lunes, 15 de noviembre de 2010

Yo soy el niño que...

Si les prestamos atención también podremos aprender de ellos.


Yo soy el niño que no puede hablar. A veces te doy lástima, me doy cuenta en tu mirada. Te preguntas si seré consciente de ello... también de eso me doy cuenta. Estoy consciente de muchas cosas. Me doy cuenta si estás feliz, triste o si tienes miedo, si eres paciente o impaciente, si eres cariñoso y deseas ayudarme o si sólo estás cumpliendo con tu trabajo al tratar conmigo. Me maravilla tu frustración, cuando sabemos que la mía es mayor, porque ni me puedo expresar ni consigo comunicar mis necesidades tan bien como lo haces tú. No puedes concebir que yo esté aislado, a veces tan completamente aislado. En mí no encuentras una conversación inteligente ni comentarios interesantes que te hagan reír y que puedas repetir por ahí. No tengo respuestas para tus interrogantes cotidianas, respuestas que tengan que ver con mi bienestar, con comunicar mis necesidades o platicar cómo es el mundo que me rodea. No te ofrezco gratificaciones como las que definen los estándares comunes ni grandes avances en cuestión de desarrollo que puedas adjudicar a tu crédito. No encontrarás en mí comprensión, tal como la conoces. lo que te doy, en cambio, es mucho más valioso... te doy oportunidades. Sí, oportunidades para descubrir la profundidad de tu carácter, no del mío; la intensidad de tu vida, de tu compromiso, de tu paciencia y de tus capacidades; la oportunidad para explorar tu espíritu de un modo mucho más hondo de lo que pudiste imaginar. Te llevaré más lejos de lo que podrías llegar por ti mismo, con mayor esfuerzo, buscando las respuestas a tus múltiples interrogantes, creando preguntas sin solución. Yo soy el niño que no sabe hablar.

Yo soy el niño que no puede caminar. A veces, parece que el mundo me rebasa. Tú ves mi anhelo por salir de esta silla, por correr y jugar como los demás niños. Hay muchas cosas que das por hecho. Quiero los juguetes que están en la repisa, necesito ir al baño... ¡Oh, no! ¡Otra vez se me cayó el tenedor! En todo esto dependo de ti. Lo que te regalo es la oportunidad de hacerte consciente de lo afortunado que eres. De tu espalda y tus piernas sanas, de tu capacidad para atenderte tú mismo. A veces, parece que las personas no notan mi presencia. Yo siempre noto la de los demás. No siento tanta envidia como deseo. Deseo de pararme derecho, de poner un pie delante del otro, de ser independiente. Lo que te regalo es la conciencia. Yo soy el niño que no sabe caminar.

Yo soy el niño que tiene una lesión mental. No aprendo con facilidad, si es que me mides con la misma vara que usa el mundo. Lo que sí conozco es la infinita alegría que hay en las cosas simples. No llevo la misma carga que tú, las rivalidades y conflictos de una vida más complicada. Lo que te doy es la verdadera libertad de disfrutar las cosas como un niño, de enseñarte todo lo que significa sentir tus brazos alrededor de mí, de darte amor. Te doy el regalo de la sencillez. Yo soy el niño que padece una lesión mental.

Yo soy el niño que tiene una discapacidad. Yo soy tu maestro. Si me lo permites, te enseñaré lo que de verdad es importante en la vida. Te daré y te enseñaré el amor incondicional. Te regalo mi confianza inocente, mi dependencia de ti. Te enseñaré lo que es respetar a otras personas y lo que hay de especial en cada una de ellas. Te enseñaré lo que es la santidad de la vida. Te enseñaré cuán preciosa es esta vida y a no dar nada por sentado. Te enseñaré a olvidarte de tus propias necesidades, deseos y sueños. Te enseñaré a dar y, sobre todas las cosas, te enseñaré la esperanza y la fe. Yo soy el niño que tiene una discapacidad.

De autor desconocido. Reproducido con permiso de International Rett Syndrome Association Newsletter.

Tomado del libro “Como Integrar a niños con necesidades especiales al salón de clases con Gimnasia para el cerebro” de Cecilia K. Freeman, Editorial Pax, México.

No hay comentarios:

Publicar un comentario